“MI ROMANCE CON
PLATERO”
Autor: Juan Pablo Martínez
I.
(Carmen Gazaba Moya)
Platero es trotón y
alegre,
suave, peludo y tierno,
y parece de algodón
dócil por fuera y por
dentro,
y tan blando que parece
que no tuviera ni huesos.
Sólo son duros sus ojos,
como dos cristales negros
que semejan azabaches
brillantes como luceros.
Si lo suelto se va al
prado
y haciendo mariposeo
acaricia florecillas
con su hocico aventurero.
Si dulcemente lo miro
y lo convoco: “¡Platero!”
viene hacia mí con un
trote
como un cascabeleo.
(Alumno 4 años:
Anir Ghalzbouri)
Come cuanto yo le doy,
cuanto en mi mano le
ofrezco;
le gustan las mandarinas
y también los higos
tiernos
con su gotita de miel
y su morado pellejo.
Es mimoso como un niño,
y seco y fuerte por
dentro;
cuando paseo sobre él
los domingos por el
pueblo
los hombres del campo
dicen
que “parece que tiene
asero.”
Acero tiene en el alma
que es de plata al mismo
tiempo.
(6º de primaria:
Jesús Utrera Domínguez)
Con mi barba
nazarena
y de riguroso
luto,
con breve
sombrero negro
un extraño
aspecto luzco,
cabalgando en la
blandura
gris y plata de
mi rucio.
Cuando yendo
hacia las viñas
las últimas
calles cruzo
blancas de cal y
de sol,
llegan los niños
peludos,
los gitanos
aceitosos
luciendo brazos
osudos,
tensas barrigas
tostadas
y harapos de
claroscuros.
Corren detrás de
nosotros
chillando con
gran tumulto:
-¡Ahí va el loco!
¡El loco! ¡El brujo!
(5º de primaria:
Andrea Vílchez Fernández)
Delante está el
campo verde
frente al cielo
inmenso y puro
con un incendiado
añil
que ofrece como
tributo.
Muy lejos de mis
oídos,
ven mis ojos el
conjuro
de esa placidez
sin nombre,
esa calma del
efluvio,
serenidad
armoniosa
que, cual mágico
conjuro,
desciende del
horizonte
sobre el lomo de
mi burrro.
Allá por las altas
eras
quedan los gritos
agudos,
jadeantes y
aburridos,
de los gitanos
intrusos
que no cesan de
chillar:
-¡Ahí va el loco!
¡El loco! ¡El brujo!
(3º primaria: Lucía
Barranco Anza)
Nos entendemos
muy bien;
él me lleva donde
quiero
y yo le dejo a su
antojo
ir sin control y
sin freno.
Platero sabe que
yo
llegando al pino
que anhelo,
el pino de la
Corona,
me gusta mirar al
cielo
por entre su copa
clara,
y mimar su tronco
viejo;
me gusta la
veredilla
que, entre
céspedes y espliego,
va hasta la
Fuente Vieja;
y observar el
riachuelo
es como una gran
fiesta
desde lo alto del
cerro.
Cuando a veces me
adormilo
encima de mi
jumento,
mi despertar se
abre siempre
a uno de esos
sortilegios.
(4ª primaria :
Usmail Dem Dem)
Yo lo trato como
a un niño
y si el camino es
tronero
me bajo para
aliviarlo
en las cuestas de
mi peso.
A veces lo hago
rabiar,
lo engaño y luego
lo beso,
y no me guarda
rencor
porque sabe que
lo quiero.
Es tan idéntico a
mí
que sueña mis
propios sueños.
Platero se me ha rendido
y me da todo su
afecto
como moza
apasionada
que responde a
los requiebros.
Nunca protesta de
nada
y sé que soy su
contento;
hasta huye de los
burros
y de otros
hombres del pueblo.
(Madre: María
Castilla Vargas)
Tierno amigo Juan
Ramón,
acudo a darte las
gracias
por dejarme
entrar en ti
y usar tus mismas
palabras.
Este poema es
para ti,
como una grata
plegaria
que te quiero
dedicar
porque son tuyas
las galas.
Tu alma desde
Moguer,
en Puerto Rico o
España,
desde un cielo
universal
acogerá con
bonanza
la intención con
que lo hago
y la emoción que
me embarga.
Tú has hecho que
Platero
sea mi amigo del
alma
alzando lo que
nos une
más que lo que
nos separa
a un hombre de un
borriquillo
que también tiene
su magia.
Es por eso, Juan
Ramón,
que acudimos a
darte las gracias
y no sabemos
hacerlo mejor,
sino usando tus
palabras.
V.
(Alumno 5 años:
Miriam Garciolo Castilla)
Platero es suave,
peludo y tierno,
y parece de
algodón
dócil por fuera y
por dentro,
y tan blando que
parece
que no tuviera ni
huesos.
Sólo son duros
sus ojos,
como dos
cristales negros
que semejan
azabaches
brillantes como
luceros.
Es tierno y
mimoso igual que un niño, que una niña…
¡Gracias!
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